2 de octubre de 2011


Últimamente ronda esa imagen en cada lugar de mi mente:
Un hombre. Una mujer.
Dos humanos sentados frente a frente en una mesa.
Él bebe capuccino. Ella café expresso.
Él guarda silencio y carraspea; ella también permanece callada, y no tose.
Entre ellos un libro con treinta hojas amarillentas, una cámara y un pastel de frutas.
Él se pasa las manos por el cabello. Ella sonríe.
Él habla. Ella responde.
Ambos se miran. Ambos se tocan.
Ella calla. Otra vez. Le encanta el silencio.
Son las 8:01 p.m.
Se escuchan al fondo los acordes de una guitarra.
El lugar está húmedo. Entra gente, sale gente; y nadie nota a la pareja.
Él la ama. Ella lo sabe.
Llueve. La gente corre.
Pero no están cerca, el cielo negro llora en otro mundo.
Se cierran las puertas. Todo gira contra el viento fuera.
Él la sujeta de los hombros. Truena. Sus ojos se alumbran con la luz del rayo.
Ella enjuga una lágrima. Ella con miedo, con tanto miedo de estar sola...

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