Como aquella en la que me tomé el café humeante y sin azúcar, en la que salí al jardín en topless y con boxer ante la mirada atónita de la familia de enfrente y en la que en mi buzón posaban tres postales en lugar de deudas, propagandas políticas o facturas pendientes.
Poco a poco el tiempo vuelve a lo suyo y me da lecciones en forma de postales: "bonjour, soledad", dicen todas como título de presentación.
Yo sé que tardé un tanto en aprender, en darme cuenta que interiormente me voy quedando sola, en éste espacio tan repleto y vacío a la vez, plagado de perfección macabra y destructiva, censurado de sentido y sentimiento; éste espacio sin principio ni final, que convierte vulgar y miserable cada sonrisa nacida de labios sinceros y honestos...
Bien podría ese tiempo haberme escrito sobre no rayar mi nombre en los libros, sobre no nombrar y adoptar a cada gato callejero que me encuentre, sobre acabarme todo el caldo de la sopa o sobre no irme a la cama con los audífonos puestos escuchando en shuffle a Bowie, Morrisey y Marley, esperando quién de los tres llegará a sentenciarme en los próximos tres minutos; pero más tardé en pensar eso que la llegada de ese tiempo en venir a joderme la existencia... ahí entendí que tampoco debo subestimarlo ni llamarlo "tiempoquejode".
Más tardé en abrir la boca para gritar que en lo que él tardó en devorarme, en masticarme y arrojarme de un asqueado escupitajo, en darme la espalda y despreciarme, dejándome ahí con mis miedos, abandonándome en silencio y apagando mi luz... a partir de hoy no tengo consuelo, me siento sola, siempre estaré sola, "vas a quedarte sola en éste mundo agónico", stop me if you think that you've heard this one before... nothing's changed.
¡Qué maravillosa es la mañana si me permite llegar a la noche llorando!