12 de enero de 2012

Y qué puedo hacer si fracaso junto al dolor amargo de tu ausencia, si en mis sueños vuelvo a ser ciega tal como en un ayer, si temo al dormir, temo a mis míseros recuerdos, temo a esos tantos te amo tan insípidos y similares, tan vacíos y enredados de dudas y falacias, le temo a tu nombre, a tu voz, a los lugares que me obligan a pensar en ti, a las fechas, a seguir este camino y perderte de vista conforme avanzamos en sentidos contrarios, y nos repetimos no mirar atrás y correr, llorar y abrazarnos, gritarte cuánto me hieres si me haces falta y de nuevo llorar, besarte y abrazarnos...

Ese sentimiento intangible que se va, que estuvo antes, que ya no regresa, que miramos desde lejos partir, y de pronto te vuelves tan desierto y empieza a hacer frío, luego mis manos atadas a esta espalda y esta fuerza incapaz de descoser cada rastro de tu piel en mi piel...

Soy muerte, sin pesares, sin pase a cualquier rincón de tu conciencia, un ser nunca jamás emergido, bastardo, triste, solo, desvaneciéndose en el instante que decidas borrarme.

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