14 de octubre de 2010

Sorbos de café.


Segundos tardé en tirar la taza y derramar casi todo a tres centímetros de mis cuadernos.
Ese olor amargo penetra mi ser cada noche, la gota oscura que escurre de mis labios, ¿ajá, de qué hablas mujer? sólo piensa en ese olor y esa gota...
Esa brisa de madrugada que me acuna y me vuelca nuestra imagen, los amantes bajo la lluvia...
Es ese escalofrío que persigue y sopla mi espalda, el aire frío que seca mis mejillas...
Esa penumbra perturbada cuando enciendo el cigarrillo y se inunda el lugar con ese aroma que portaban tus camisas...
Y cuando el reloj del tocador marca las 05:07 a.m. abro los ojos, los pies se me funden en este piso helado y camino de puntitas a la cocina, me repito "be quiet"... repite "be quiet".
Tomo el último sorbo de café, bajo la mirada, mis manos tiemblan cuando la porcelana se quiebra, y me desintegro con ella...

"Aparece justo cuando mi boca recuerde el sabor de la tuya"
"Aparece justo cuando mi boca recuerde el sabor de la tuya"
"Aparece justo cuando mi boca recuerde el sabor de la tuya"
"Aparece justo cuando mi boca recuerde el sabor de la tuya..."

1 comentario:

  1. Como todo lo que se recuerda para siempre, del sabor amargo también se aprende.

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