4 de agosto de 2010

Dos diecisiete de la mañana.


La puerta de la recámara se cierra con el viento y hace ruido, y ella tiene miedo y no hace más que tiritar, tiemblan sus labios rosas, hace sonar los dedos y ve la vida pasar...
Observa, oprime play a esa melodia que promete ser acompañante. Parpadea "Track Dos"

Dos diecisiete a.m. Ellos se van, ellos siguen en la habitación. Son esos monstruos a los que ella temía tanto encontrar... se retuercen, gritan su dolor y excitación mezclados, sus miradas la desnudan y la dejan indefensa, convulsionan en un suelo más profundo, toman su brazo los salvajes, la arrastran al lugar donde las luces se derriten, donde ella sangra, donde los placeres van y vuelven y la someten; donde las sillas bailan y el televisor tiene fiesta orgiástica al otro lado, donde su piel se torna azul, rígida y plástica, donde el track crack dos enmudece, donde grita furiosa, llora, y la tinta de la pluma consume sus hojas y escritos...

Esta sola, en la habitación. Sus sentidos perdieron el orden, ella cae al abismo y a su condenación. La dosis marca cero. El terror marca noventa y nueve. La luz radiante de sus pupilas inexistente, su sangre es lumbre y calcina todo impulso... Llena de horrores y sus mil temores, arde en este infierno, en esta cárcel, y sigue sola, y una ráfaga le vuela el cabello negro como ceniza, llueven cristales y estallan aplausos, su alma virgen vuela a un mundo y otro mundo...

"Y que plácido es estar aquí, pensando que quiero morirme junto al fuego que sale de mí..."

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